martes, 1 de enero de 2013

FURIA INTERNA

 

Intentaba mitigar su dolor huyendo de la triste realidad.
Escapó despavorida, no podía seguir un momento más frente a aquella tétrica imagen.

Después de una hora de caminar sin rumbo y con los pies adormecidos por el cansancio, llegó hasta las rocas de un acantilado donde las olas golpeaban con fiereza por lo embrabecido del mar que rugía de una manera poderosa.
Parecía el mismísmo diablo el que manejara cada paso, cada gota de su ser en aquel escalofriante y oscuro lugar.
Su piel helada por el frío le pesaba como si fuera una losa de mármol, dura y gris.
Se sentía atraida de una manera hipnótica por ese duro pero real espectáculo de la naturaleza que ayudaba a evadirse de la realidad.

Jamás volvería a ver sus ojos, ni sentiría su corazón latir al mismo son que el de él. Pero eso ya nada importaba estaba decidida a hacerlo, no había nadie que se lo impidiera.
La belleza del lugar hacía impregnarse de una fuerza enigmática anhelando así poder reunirse con el mismísimo averno en las profundidades de su propio ser.

Sus pies descalzos caminaron hasta el límite del malecón entre piedras puntiagudas e imperfecciones, creando arañazos y cortes sangrantes que al contacto con el agua el color púrpura de la sangre se fue difuminando entre el inestable y rugoso suelo.
Su frágil cuerpo saltó al vacío en el mismo momento en que un grito desgarrador se dejó escuchar a sus espaldas.

¡¡TE AMO!!

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