martes, 6 de marzo de 2012

BESTIAS HUMANAS

Eran las 10 de la mañana cuando comenzaron a repicar las campanas de la Iglesía de El Salvador. 
Los dos amigos ataviados perfectamente para la ocasión se encontraban en el tercer banco. Samuel lloraba, estaba hecho un manojo de nervios; Héctor no estaba mejor que su amigo, pero controlaba la situación.

Al acabar la misa, cargaron con el ataúd junto con varios amigos más.
El sudor corría por su frente sin poder evitarlo, todo fruto de la ansiedad que estaba padeciendo.
Héctor le pedía casi en susurros insistentemente que se calmara pero su amigo no podía disimular como hacía él. Fué un accidente le repetía una y otra vez, pero Samuel se delataba con su aptitud.
 
Dos días antes: 


"La morada del loco" local de moda en el pueblo donde siempre se reunían para tomar unas copas.
Ese día había que celebrar algo muy especial, Martín había aprobado las oposiciones para acceder a un buen puesto de trabajo, después de mucho tiempo intentándolo, por fin había llegado su momento.
Los tres estaban muy contentos por dicho motivo.
                   - Vaya con Martín, que alegría nos has dado con la noticia tio. - Dijo Samuel a la vez que le echaba el brazo por los hombres y le daba un abrazo.
Héctor a pesar de ser amigo de Martín desde niño, no demostraba esa alegría; era egoísta y envidioso y no podía ver como los demás tenían una oportunidad en la vida.
El día anterior él y su amigo Samuel estuvieron juntos. Samuel era un buenazo que a veces se dejaba llevar por las locuras de su amigo Héctor.
Este se apostó con Samuel una cena, a que al día siguiente su amigo Martín pasaría la noche sólo en el bosque. A Samuel todo eso le sonó a estupidez, pues no comprendía como iba a hacer tal locura. Sin problema, y convencido de que ganaría esa apuesta, la aceptó.
Esa tarde bebieron más de la cuenta.
Empezaron a surgir risas, chistes, y una vieja historia que siempre se había escuchado en boca de los lugareños más ancianos.
                     - ¿No os creeréis esos cuentos chinos verdad? - Dijo Martín mirando a sus dos amigos que parecían hablar muy en serio.
                     - Martín, esto no es un cuento, es serio, y te puedo asegurar que no hay nadie en este pueblo ni fuera, que conozca la historia y tenga el valor de enfrentarse a ello. - Contestó Héctor.
Martín no pudo aguantar más la risa al ver con qué respeto hablaban sobre el tema, le parecía imposible que sus amigos creyeran esas patrañas.
                     - ¡¡Jajajaja!!... pero qué locos estáis, ¿sabéis que habéis estado a puntito de asustarme? ¿Como que no hay nadie que tenga valor a enfrentarse? eso era antes, yo te aseguro que soy capáz y os lo voy a demostrar.
Samuel y Héctor se miraron desafiantes.
                      - ¿De verdad serías capaz?... no me lo creo. - preguntó Héctor intentando disimular la alegría de haber ganado la apuesta a su amigo Samuel.
                      - ¡Como! ¿que no te lo crees?, pues claro que soy capaz, y os demostraré que sólo es un cuento de niños. - Afirmó Martín.
                      - ¿Como nos lo vas a demostrar? ¿acaso piensas pasar la noche en el bosque? - Preguntó Héctor instigándole.
Los dos esperaban impacientes la respuesta de Martín.
                      - Pues sí mira, es una buena idea. Se tomaron el último cubata y se pusieron en marcha. Samuel y Héctor se miraban, Héctor había conseguido lo que iba buscando. 


La oscuridad de la noche cubría todo el bosque, ahuyentando luciérnagas con su lapidaria negrura. 
A lo lejos, los ahullidos de los lobos se hacían mas nítidos, y el viento soplaba esa noche con bastante fuerza.
Por más que abría sus ojos era imposible ver nada, únicamente acertaba a ver cada vez más sombras extrañas que le hacían imaginar barbaridades. Aún sabiendo que se encontraba solo no podía dejar de pensar en lo que le habían contado unas horas antes sus amigos.
                       - ¿Qué estoy haciendo aqui?... seré estúpido, únicamente por hacerme el héroe ante ellos sólamente por eso, bueno exactamente no es así, estoy aqui porque soy un imbécil y no sé beber, y cuando me paso de rosca ya no controlo, por eso mismo estoy en este lugar voluntariamente, sin linterna, tan solo con una pequeña botella de agua. Por lo menos así aliviaré el susto que me pueda llevar esta noche.
Sería fácil decir que no tengo miedo, pero estoy solo, ¿y quién me iba a creer si me tiemblan hasta las pestañas?.
Esa tarde habían bebido demasiado, tenía que reconocer que no se encontraba consciente de lo que hacía después de varios cubatas y algunas cervezas, pero ya era tarde para dar marcha atrás.
Sus amigos le habían dejado en el bosque y se habían ido en el coche con la intención de regresar a las 8 de la mañana a por él, y ahí estaba sólo y perdido, debía de aguantar como un machote, como él mismo había dicho que haría.
Se lo tomaron como un juego, pero era él el que se encontraba allí en la oscuridad con frío, y aunque le costaba reconocerlo...con bastante miedo. Comenzó a revivir aquella historia, la que no creyó cuando se la contaron pero que ahora cobraba vida.


 

En el Bosque llamado de "Las Ánimas", se produjo hacía mas de cien años, una serie de asesinatos. Siempre quedaban irreconocibles los cuerpos debido al desgarro producido por una bestia, a la que nunca llegaron a dar caza, pero con el paso del tiempo se escuchó decir que aquel ser seguía en el bosque, y que en las noches sin luna salía sediento en busca de sangre humana.
También le contaron que la última vez que alguien vió a la bestia hacía más de cincuenta años, medía más de dos metros y andaba encorbado dando zancadas con unas grandes zarpas con las que presuntamente despedazaba a sus víctimas.
Él no creyó nada de esta historia, incluso se rió con tantas ganas de la ocurrencia de su amigo que él mismo se ofreció a pasar la noche en el bosque para demostrarles que todo era un bulo, y allí estaba
demostrándose así mismo lo "valiente" que era.
Ahora se encontraba sólo y la valentía no le servía de nada pues se había quedado en aquellos cubatas que se tomó unas horas antes, ahora había llegado el momento de ver la realidad y allí lo único que había era mucho miedo, demasiado.
Estaba intentando abstraerse con sus pensamientos, cuando entre los arbustos escuchó algo moverse, podía ser perfectamente el viento, pero el miedo que tenía le hizo pensar que podía ser aquella cosa.
Comenzó a escuchar pasos arrastrando las hojas que había en el suelo, y esos pasos cada vez se iban acercando más a él. Aunque intentaba alejarse de ellos, seguía escuchando tras de sí los pasos cada vez más cerca. Alguien le estaba siguiendo u observando, se sentía bastante desamparado sin saber donde esconderse.
De pronto los ruidos cesaron, fue entonces cuando le pareció ver algo correr, una extraña silueta.
No podía ser, habían pasado muchos años y esa bestia no podía seguir viva.
Su cuerpo empezó a temblar, era tal el horror que sentía que hasta los dientes le rechinaban, no aguantaba más, quería salir de allí y no sabía cómo, pues estaba muy lejos de cualquier carretera o camino que le llevara a la civilización.
Se cobijó tras un gran tronco, allí se abrazó a su propio cuerpo queriendo poder tranquilizar el temblor que esa angustia le estaba causando. En su mente solamente había lugar para ruidos voces sombras, sentía zumbidos en los oídos y desesperado se los tapó. Tan solo escuchaba los latidos de su corazón, ¡pom pom pom pom pom! ,como si le fuera a estallar de un momento a otro, sentía una fuerte presión en el pecho.
Pensó que si seguía mucho tiempo así se volvería loco y optó por intentar dormir, aunque era muy dificil...pensó que cuando abriera los ojos todo habría acabado.
Al cabo de unos veinte minutos en estado de vigilia, un ruido le espabiló, se levantó rápidamente pero no había nada ni nadie. Volvió a su postura anterior pensando que todo era fruto de su imaginación. Se propuso tranquilizarse, no había razón para estar así, solamente era la oscuridad la que hacía que escuchara cosas que en realidad no existían.
Consiguió relajarse un poco, tomó un trago de agua y cerró los ojos. De repente escuchó pisadas tras de él, su corazón se aceleraba por momentos, más cuando notó un aliento caliente rozándo su oreja.
Su corazón a punto de salírsele del pecho galopaba a una velocidad pasmosa; sus ojos fuera de sí daba la sensación que se le salían de sus órbitas.
Comenzó a correr como alma que lleva al diablo, sin ver, sin saber donde, arañándose con las ramas de los árboles que colgaban de la copa; en su desesperada carrera tropezó con unas ramas caídas en el suelo, y fue a caer de bruces.
Allí quedó tirado y derrotado, tapándose la cabeza con todas sus fuerzas con un miedo atroz a ver...a sentir, llorando suplicando porque aquello que fuera lo que le estaba acechando le dejara vivir.
En ese instante algo o alguien por detrás agarró su cabeza en un intento de querer degollarle, de su garganta salió un grito desgarrador, sus pantalones quedaron empapados a la vez que empezó a extenderse un olor fétido por el ambiente.
                         - ¡Se lo ha hecho todo encima! - Dijo una voz conocida.
Unas carcajadas descontroladas salieron de sus bocas retumbando en la noche, los amigos no podían más, había sido una noche verdaderamente alucinante.
                         - Tio que asco, que mal hueles. - Dijo Héctor, mientras le animaban a levantarse.
Pero Martín no se movía, sus ojos abiertos aterrados dejaba buena cuenta de lo sucedido. No respiraba, su corazón no soportó la sorpresa que sus amigos tenían para él, y explotó ante tan desagradable broma.
Los dos amigos se miraron impactados por lo ocurrido.
                          - Samuel, esto no tiene que saberlo nadie, ¿me entiendes?
                          - Dios mio qué hemos hecho, qué hemos hecho Héctor está muerto. - Respondió Samuel bastante afectado por lo ocurrido.
                          - ¡Escúchame!... ¡tu no has estado aqui, no has visto nada, estábamos los dos viendo el partido en mi casa, ¿de acuerdo?!... - Samuél no respondió estaba aterrado.
                          - ¿¡¡De acuerdooo!!? - Repitió Héctor subiendo el tono de voz para asegurarse. - Ha sido un accidente, ni tu ni yo queríamos que esto ocurriera, tan solo era una broma asi que ya sabes, no hemos estado aqui, no le hemos visto esta noche.
Samuel al fin reacciona.
                         - No sé si voy a poder...
                         - Claro que vas a poder, tu intenta no hablar, no digas nada. Regresaremos al pueblo, guardaré el coche en el garaje, no quiero que nadie vea la hora en que llegamos, y después sales por la puerta del patio, saltas por el corral del tio Antón, y nadie te verá llegar a tu casa. ¿De acuerdo?
Samuél a pesar de no haber seguido las explicaciones de su amigo respondió afirmativamente.
Allí en el suelo quedaba el cuerpo de su amigo Martín, inerte y con la mirada perdida.

Los padres de Martín al ver que su hijo no había regresado esa noche, se preocuparon, llamaron a sus amigos para informarse, pero estos dijeron no saber nada de él.
Al día siguiente y sin noticia alguna, dieron parte a la guardia civíl, que organizaron grupos para ir en su busca.
En una batida, un grupo de hombres peinaban el bosque, y después de varias horas de búsqueda le encuentran con tal cara de horror, que de nuevo la leyenda del bosque de "Las Ánimas" vuelve con más fuerza.

Samuel y Héctor son culpables de lo ocurrido, pero dejarán que la leyenda del Bosque de las Ánimas siga su curso.
 
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